In vino veritas

Hará un par de meses que me invitaron en el trabajo a escribir sobre una de mis aficiones, el buen vino. Os dejo aquí el resultado, publicado en el número de julio de la empresa.

In-vino-veritasHace 26 años, nuestro compañero Antonio Novo dejó su tranquila tierra donostiarra para recalar en Zaragoza, región de contrastes. El mismo nos relata sus primeras impresiones nada más llegar al Campo de Borja.

Verano del 83. Tres horas de coche para pasar de los suaves 25º de mi tierra natal, Donosti, a los 43º -o más- con que me recibió, por primera vez, esta extrema región. Julio en Zaragoza: un calor infernal.
Lo que iba a ser una visita corta, apenas dos semanas, sin saber muy bien cómo se prolongó un tanto más. En septiembre marché a Borja. Las estaciones se sucedieron: del verano, en apenas dos semanas, directamente al invierno. Cierzo. 15º bajo cero en Borja. Mi casa en Hernani no tenía ni calefacción, para mí el frío extremo rondaba los 2º ¡sobre cero! Ese diciembre dormí bajo seis mantas.
Aragón, tierra de contrastes. Nudo sobre el que bailan eternos opuestos: desiertos con hayedos, altos picos y enormes valles. Tierra afortunada, vacuna ante la indiferencia. Carácter apasionado, apasionante.
Como esta tierra, sus vinos. Por aquellos años, libres del dictado de un mercado global, más si cabe. Garnachas poderosas, tempranillos fieles. Maderas nobles criando regios añejos, oscuras cuevas atesorando líquidas riquezas.
No entiendo de vinos, un poco de amigos. Los que encontré y me enseñaron, entre raciones y charleta, a apreciarlos distintos. He acudido a seminarios, cursos y catas. Aprendí algunos nombres, virtudes y defectos. Traidor maquillaje para una realidad compleja. Siempre bebo en compañía, buenos vinos para compartir con aún mejores amigos. En esas ocasiones, no necesitamos descriptores.
La mejor clase, en una cueva. El mismo mosto, envejecido dos años en barricas diferentes: roble y castaño. ¡Qué riqueza de aromas! Completamente diferentes en multitud de matices, absolutamente deliciosos ambos dos. Sobraban palabras.
Buen vino, como buena gente, abunda en todo el mundo. Cuando viajo tengo por costumbre, si puedo, al igual que empaparme de mi lugar de destino, disfrutar sus vinos. No varío de estrategia: pregunto por una buena tienda. Una vez allí dejo elegir al experto local, marcando mis límites: 10€ por botella, no más de 3 botellas por viaje. Tan rico como el vino suele ser su comentario, a cargo del dependiente. Diez euros dan para muy buen vino.
He probado muchos caldos, algunos extraordinarios. La botella que más me ha gustado, la que más profundamente me impresionó, me la regaló un amigo. Garnacha de Tabuenca. Valor original de mercado, no llegaría a las 50 pts. Eso sí, debía haber estado bien almacenada sus buenos 15-20 años. Imposible saberlo con certeza, no precisaba añada. Sangre destilada, esencia de toda una Comarca, el Campo de Borja.
¡Que suerte haber llegado aquí!

2 comentarios

  1. En Tabuenca presumen y con razón de sus suelos de pizarra para la viña, además el salto térmico es extremado y no solo de verano a invierno, sino del día a la noche de cualquier jornada de primavera

  2. Por desgracia los vinos en Aragón están muy poco valorados, exceptuando los de Somontano. Y para variar somos los propios aragoneses los primeros es desprestigiarlos. No soy un gran entendido en vinos, pero me gusta probarlos y tengo que reconocer que en nuestra tierra tenemos caldos, que a mi parecer, no tienen nada que envidiar al resto. Las bodegas de Cariñena y Borja están haciendo esfuerzos desde hace unos años para mejorar su imagen, aunque la opinión que se ha formado la gente respecto a ellos pesa mucho…

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